¡Una más... y no odiamos más!

Y esta es la columna escrita para el #114 del Periódico Pausa... mis odiados en los recitales.


He dicho en más de una ocasión que odio el frío… bah, he dicho en más de una ocasión que odio y he dado pruebas, en esta columna, de ello. Imagínense si encima estoy enyesado hace un mes y, ergo, muy aburrido: insoportable, intolerante y transpirando gruñidos… sí, las condiciones justas y óptimas para la primera tanda de odiados de este 2013.
Pero esta vez mi odio intentaré concentrarlo en un lugar específico. No voy a andar salpicando odio para todos lados… un lugar que me encanta, en donde disfruto muy a pesar de ellos y ellas. Sí, en un recital también soy capaz de detestar a determinada clase de gentes.
Para empezar, quiero decir que entiendo perfectamente que un recital puede ser un espacio de socialización. Las personas van a relacionarse con otras; ocasionalmente podés quedarte unos minutitos contándole a un conocido si andás bien… pero no estás en la Pueyrredón un domingo a la tarde tomando mates como para que le cuentes a tus amigos lo que te pasó durante la semana: ¡hay una banda tocando allá adelante, arriba del escenario… y que encima yo tengo ganas de ver y escuchar! En esta categoría, se llevan un premio Muy Bien de los hnos. Bustamante los que van al concierto en plan levante y/o encare… en serio, dan asco. De esto último yo quisiera culpar a banditas de rock light para adolescentes que, por una cuestión de cuidarme de insultos no voy a nombrar… y no sé si les va gustar.

Odio a los que llegan tarde por algo que ya saben: odio la impuntualidad. De todos modos, a estos los aborrezco en particular porque como ya es costumbre que los recitales empiezan después de lo que la entrada dice, todos un poquito llegamos tarde… y si además vos llegás más tarde que eso ya lo tuyo es un insulto. Ser más impuntual que un rockero, querido, no da.
Estos impuntuales, que buscan su lugar entre la gente pidiendo permiso (o no) para pasar, me dan pie para decir que también odio a los que se la pasan paseando mientras la banda está tocando y que siempre, pero siempre, pasan por donde uno está parado. Sí, no importa que estés codo a codo con alguien… estos insoportables se las arreglan para tener que pasar justo en el milímetro que queda entre vos y la persona de al lado… algún día voy a pararme a tres cuadras del escenario, solo a 20 metros a la redonda y, no tengo dudas, va a pasar chocándome con su mochila algún pibe. Galardono con un premio a la excelencia a los que pasean, te pasan por al lado, se frotan contra tuyo para pasar… y son los que vienen en cuero todos traspirados recién saliditos del pogo. Un encanto salado.
Y hablando de “siempre”… siempre, pero siempre y no intenten evitarlo, adelante se les va a parar Shaquille O’neal (¿No saben quién es? Googleen y verán a una bestia de más de 2 metros). Entonces, un pasito palizquierda, él se corre palizquierda; un pasito paladerecha, y él también. ¿Qué le vamos a hacer? Es así, no hay remedio contra eso. De última, si sos mujer, pedile que te haga upa o hacele carita y seguro se corre… y si sos varón, andá con tu novia o una amiga así tenés quién le haga carita al lungo y zafás.
Los que tienen entre 15 y 23 años aproximadamente, luego de leer el próximo odiado van a decir, casi con seguridad “¿y qué tiene de raro eso?”, porque voy a decir que me parece ridículo ir a un recital… para mirarlo todo por la pantalla de la filmadora o de la pantalla del celular. Sí, odio a los que están todo el recital filmando y, para peor, levantan las cámaras y me tapan… flaco, el recital es único e irrepetible; he visto más de 10 veces a algunas bandas y ningún show es igual al otro… ¡y es justamente eso lo que hace emocionante el evento! Pero no, prefieren filmarlo para poder postearlo en facebook o youtube y que alguien diga “Oh, mirá estuvo ahí”, como si a alguien le importara… cuando lo que importa es verlo en vivo y en directo y no en diferido estando ahí mismo. Yo sé que no se le desea el mal a nadie (mentira), pero ojalá a estos muchachitos/as cuando esté terminando el recital un pogo furioso los lleve puesto, se les caiga la filmadora y se le haga pelota… y capaz así se dan cuenta que el recital, como dirían las Azúcar Moreno, sólo se vive una vez.
Por último, pero no por eso menos insoportables, están los que se la pasan pidiéndole un tema al cantante… como si el tipo subiera al escenario e improvisara el repertorio; como si fuera una especie de concierto delivery o un programa de radio donde te pasan tus pedidos musicales.

Loco, dejá al músico que haga su trabajo, que exponga su obra que tanto esfuerzo le costó crear y disfrutalo. Díganme si no les resulta infumable estar saliendo de un recital y escuchar que adelante tuyo van diciendo “Estuvo bueno, pero no tocaron X”. Seguro que el que lo dice es un flaco de 2 metros que estuvo adelante mío todo el recital, con su celular filmando todo, chamuyándose una minita que se encontró ahí y que entonces me dan ganas de responderle: “buscalo en youtube… si total, verlo desde el celu, o venir a hacer lo que hiciste vos es lo mismo”.

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