La mitad de mi vida

Columna publicada en el #109 del Periódico Pausa (Marzo 2013)

La verdad que este verano tuve muchísimo tiempo disponible para hacer nada. Entonces aproveché el raid de vida saludable con el que terminé el 2012 y decidí tomarme un par de horas al día para ir a la costanera a caminar, trotar y hacer todo eso que se conoce como “el cuidado del cuerpo”. (Consejo: no intenten salir a hacer ejercicios escuchando Red Hot Chili Peppers, porque las piernas y las pelvis responden a la música y no a quien la escucha, y la caminata se convierte en un ridículo “footing”)
Esos momentos que pasé conmigo mismo reflexioné mucho (no tenía demasiadas otras cosas para hacer tampoco). Y ustedes dirán “Ah, pero qué bien. Seguro que además de oxigenar sus várices, el Licenciado también oxigenó su cabeza y se volvió una persona más sabia.” Bueno, no fue exactamente así como sucedieron las cosas. Sí es cierto que pensé… pero muchas pavadas y ni una sola cosa trascendental para mi vida o la del mundo.
O sí, hubo una, pero que en vez de servirme me deprimió horriblemente. Gracias al tiempo libre, me di cuenta que por estos días he alcanzado la mitad de años que se estipulan para una edad promedio de vida en el ser humano… pero lo que lo hace terrorífico no es eso, sino que repasé estos años y caí en cuenta que no hice ni un cuarto de las cosas que hubiese querido hacer antes de llegar a mi edad actual y que ya no estoy en condiciones de hacer. Ergo, ahora entiendo porqué la gente no sale sola a hacer ejercicios: no se quiere deprimir... y la que sale sin compañía, seguro es mucho más joven que yo o ya está resignada y ser un fracasado no le hace tan mal.

Capaz usted se dice: “¿Pero qué son esas cosas que tanto lo deprimen? ¿Tan importante serán?” No sé si son importantes, pero sí sé que ya está, ya pasaron y yo no las hice. Y estas serían algunas de ellas.
-               Ser jugador de fútbol profesional. Todavía sigo idealizando cómo sería mi debut en primera y todo… iluso. Sólo Riquelme y el Burrito Ortega son más viejos que yo, y ya sabemos cómo están cada uno de ellos. Aunque el Pupi Zanetti me sigue dando esperanzas.
-               Ver a Divididos en vivo en el estadio de Obras Sanitarias. Ya no se hacen más recitales ahí.
-               Meterme en el medio de un pogo de Pantera o Megadeth. Pensarlo nomás, hoy, ya me da vértigo.
-               Tocar la batería o la percusión en alguna banda. Primero debería aprender música, después a tocar la batería y tercero conseguir un grupo de gente que me acepte en su orquesta. Ah, y como encima soy zurdo, tengo que dar vuelta el instrumento y aprenderlo desde otra lógica. Como diría el personaje de Capusotto: “¡Esh imposhible!”
-               Viajar al exterior de mochilero (Europa y/o Latinoamérica toda) y con un itinerario improvisado. Debo decir que salí dos veces del país: Fray Bentos a dar vuelta en auto y con el único propósito de poder decir “Oh, salí de Argentina”; y Villason a comprar baratijas berretas, aguayos y volví. O sea, habré estado fuera del país unas 4 horas y en Uruguay siquiera pisé el suelo. Ah, y como con los años perfeccioné mi neurosis obsesiva, lo de improvisado lo dejamos para después.
-               Ganar un Oscar (mejor actor principal), dar un discurso anti-imperialista, ser ovacionado a rabiar y felicitado por Sean Penn y Woody Allen.

Encima, desahuciado yo por ver y escuchar la juventud que ya no está, vuelvo a mi casa y le comento a mis seres más cercanos lo que me está pasando y me tratan de loco y estúpido. Me mandan a que haga algo con mi vida porque esto me pasa por estar sin hacer nada mucho tiempo… y ese es el problema: ¡no hice nada con mi vida y además tengo que bancarme que me lo refrieguen en la cara!
Otra de las reacciones es la de darme aliento y/o consolarme con palabras que creen son palmaditas en la espalda. Un amigo me dijo que yo estoy desactualizado y que el promedio de vida ahora se estiró de 5 a 10 años. O sea, voy a vivir 10 años más de los que yo creía sintiendo que he fracasado y malgastado la parte más activa de mi vida, gracias. También me pasó que me respondieron que preocuparme por eso no tiene ningún sentido y que tengo que tomarme las cosas de otra manera porque “¿mirá si en vez de morirte dentro de 35, 40 años, te morís dentro de 3?” ¿A quién se le puede ocurrir que esa respuesta a mis planteos es positiva y buena onda, eh?
En fin, yo pensé que salir a caminar, tomar aire, escuchar música, conectarme conmigo mismo y ver gente era algo bueno y productivo. Todo lo contrario. Lo único bueno que puedo sacar de un verano acariciado por el viento de la Setúbal es que fue gracias a eso que se me pensé esta columna para arrancar el año del Pausa.

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