Pasó el Filósofo abrazado a un caballo y gritando “¡Humano, demasiado Humano! ¡Mis palabras no son para los oídos contemporáneos, y por eso te hablo a ti, oh cuadrúpedo que sostienes a quien anuncia la venida del Sin der Erde!... Sapere aude! Sapere Aude!”... Como si Nietzsche fuera un kantiano... Pasó el pañuelo multicolor, luciendo el barro de las Topper como trofeo de guerra del último recital de Jóvenes Pordioseros o Pier, qué mas da... Pasaron todos... “Ya sé: vos sos el Estudiante”, le dije a un pibe de gorrita y camiseta de fútbol que hacía nada. “Y sí”, me respondió cagándose de risa. También el Científico, loco por supuesto, de guardapolvos, subido a un Delorian que iba camino a Esparta, justo cuando su ejército estaba zarpando hacia Troya. Me invitó... “Ni loco”, le dije. Pasaron todos, decía... Pero faltaba ella.
Sí, ella. La que estuve esperando dos horas; la que me hizo desconfiar de mis aptitudes, la que me hizo creer un idiota, aunque ahora lo sienta por creer que no lo soy. La que pateó el trasero de mi ego, una noche de otoño que recién comenzaba. Allí estaba con lentes de marco negro grueso, colgantes con piedras, jeans holgados, infaltable flequillo desmechado y muchas, pero muchas pulseras.
- ¿Qué hacés acá?, pregunté. Quedamos que a las 6 nos encontrábamos.
- Soy artista. Yo creo, invento. ¿Qué hora es?
- Las 8.
- Ves... Soy artista, para mí son las 5:28... Tengo una sensibilidad distinta. Veo lo que nadie puede ver. Yo no pertenezco a la normalidad de los mediocres que ven sólo lo que aparece y se despreocupan de la cosa en sí... de lo incognoscible para la sensibilidad. En 32 minutos nos vemos.
- Mirá flaca... mi reloj dice las 8, el reloj de la Iglesia dice las 8 y si querés andá a preguntarle a tu viejo y también te va a decir que son las 8... Una cosa es ser artista y otra no saber la hora. ¿Qué tiene que ver?
- Vos no entendés, vos no sentís... ¡Jugá! –me dijo, y el Filósofo largó un “Ja... una compañera de 'Los sin miedo', una temeraria... Zarathustra te está buscando para anunciarte la Buena Nueva.”.
- Ok. Juego, pero juguemos en serio. ¡Como juegan los niños! -grité mirando de reojo al Filósofo para ver si contrarrestaba mi sentencia nietzscheana. Y si me decís a las 6, es en serio a las 6, y si querés, cuando nos encontramos jugamos a lo que vos quieras. Una cosa es jugar y otra tomarle el pelo a la gente.
- Ay, no sabés nada. Abrí las puertas de tu percepción. Dejate llevar por los sentidos.
- Sí, por el colectivo a mi casa me dejo llevar.
Pegué media vuelta y salí desesperado, pero más que nada porque adentro, encima, está prohibido fumar.
Sí, ella. La que estuve esperando dos horas; la que me hizo desconfiar de mis aptitudes, la que me hizo creer un idiota, aunque ahora lo sienta por creer que no lo soy. La que pateó el trasero de mi ego, una noche de otoño que recién comenzaba. Allí estaba con lentes de marco negro grueso, colgantes con piedras, jeans holgados, infaltable flequillo desmechado y muchas, pero muchas pulseras.
- ¿Qué hacés acá?, pregunté. Quedamos que a las 6 nos encontrábamos.
- Soy artista. Yo creo, invento. ¿Qué hora es?
- Las 8.
- Ves... Soy artista, para mí son las 5:28... Tengo una sensibilidad distinta. Veo lo que nadie puede ver. Yo no pertenezco a la normalidad de los mediocres que ven sólo lo que aparece y se despreocupan de la cosa en sí... de lo incognoscible para la sensibilidad. En 32 minutos nos vemos.
- Mirá flaca... mi reloj dice las 8, el reloj de la Iglesia dice las 8 y si querés andá a preguntarle a tu viejo y también te va a decir que son las 8... Una cosa es ser artista y otra no saber la hora. ¿Qué tiene que ver?
- Vos no entendés, vos no sentís... ¡Jugá! –me dijo, y el Filósofo largó un “Ja... una compañera de 'Los sin miedo', una temeraria... Zarathustra te está buscando para anunciarte la Buena Nueva.”.
- Ok. Juego, pero juguemos en serio. ¡Como juegan los niños! -grité mirando de reojo al Filósofo para ver si contrarrestaba mi sentencia nietzscheana. Y si me decís a las 6, es en serio a las 6, y si querés, cuando nos encontramos jugamos a lo que vos quieras. Una cosa es jugar y otra tomarle el pelo a la gente.
- Ay, no sabés nada. Abrí las puertas de tu percepción. Dejate llevar por los sentidos.
- Sí, por el colectivo a mi casa me dejo llevar.
Pegué media vuelta y salí desesperado, pero más que nada porque adentro, encima, está prohibido fumar.
Definitivamente este Licenciado ha sido un genio incomprendido, un reverendo tarado en fin, pero intelectual de pura cepa. Si combinamos sus escritos póstumos con los de una licenciada que yo conocí, podemos hacer un boom... es más, creo que se han cruzado en algunas cátedras célebres del prestigioso instituto NOUN (solo para selectos). Sería una excelente manera de iniciar un camino inexplorado en la incomensurable espacio de la blogsfera.
ResponderEliminarDejalos nomás... si se llegan a conocer y a tener éxito, ¿qué carajo va a escribir después?
ResponderEliminarY no solo eso... ¿dónde se va a meter todo lo escrito hasta ahora?