Escuela de Disfraces (Parte I)

Los compiladores de nuestro Sócrates lagunero inauguramos con este texto la veta literaria del Licenciado R. ESCUELA DE DISFRACES (que publicamos en 2 partes) podría tratar sobre la condición humana, la metafísica del tiempo, los dogmas, las religiones, las tribus urbanas, la desorientación de la juventud, el conflicto entre "parecer o ser"... podría, pero no. Trata, como no podía ser de otra manera, de un nuevo fracaso amoroso de este soltero compulsivo. Sin más preámbulo, aquí la Primera parte de este polémico cuento.
(Foto: prueba irrefutable que "hoy su cara puede estar en cualquier remera")

Resulta que el lunes pasado pacté una cita con una mujer que no pienso ni quiero describir ni personalizar en este momento... aunque no lo parezca, soy un caballero, y no tengo por qué denunciar a quien faltó a dicha cita... o tal vez no lo haga, para no culparme por su ausencia. En fin, ofuscado, meditabajo y cabizbundo, emprendí la retirada del lugar señalado, casi dos horas después de La Hora Señalada. Entonces, fue cuando descubrí algo que ningún curioso podría obviar: “Escuela de Disfraces”, rezaba un cartel en una puerta... disfrazada de puerta, claro. El salón era amplio, iluminado y ventilado; demasiado para una noche de un otoño que recién empezaba a matar la clorofila de los árboles. Estaba repleto de gente. “Hola, soy el portero”, me recibió un overol azul con una escoba en la mano, y un walk-man con un solo auricular. “Sí, más bien”, pensé, y luego le manifesté mis intenciones: “Busco al maestro. Me gustaría saber en qué consiste la escuela”. “Ah, no no... no hay maestro acá, o al menos nunca vino”, me respondió a los gritos –supongo que por el volumen de la música en su walk-man. Pase. Estos son los que participan del Taller.”
Yo, que no soy una persona muy generosa con el diálogo entre desconocidos, empecé a caminar hacia donde me había indicado el portero que estaban los alumnos... Me acerqué a uno y le pregunté que cómo venía la mano, dónde podía averiguar el funcionamiento de la Escuela y formalidades varias, a pesar de haberme dado cuenta de que no era responsable del establecimiento ni mucho menos. “Mirá, la verdad ni idea. Yo soy el hippie de la clase por si no te diste cuenta... así que las jerarquías; maestro, alumno, director, comandante o whatever... todo bien. Imaginemos que no hay fronteras, man... -y acá lo que más me sorprendió- ni religiones”. En realidad con sólo olerlo, dejaba de ser necesario su discurso para darme cuenta de que era el hippie... pero como además de caballero soy respetuoso, lo escuché hasta que terminó de hablar.
Inmediatamente después del encuentro con Lennon (así lo llamé desde ese momento) diviso un joven de unos 20 años de edad que, en estampida, se abalanza sobre mí tal vanguardia de movimiento estancado; eufórico pero no enfático, corazonado en un mundo descorazonado. Amenazado, logré frenarlo como quien toma distancia en una fila, pero con la palma hacia delante: “Pará... ya sé. Sos el Comunista Revolucionario”. Nota: no soy adivino; sólo que la remera roja que embandera la cara del Che, y la tupida barba no dejan dudas.
Ligeramente sorprendido, con gestos de sospecha y paranoia, confirmó mi hipótesis en silencio y levantando el puño izquierdo. Se fue a los pocos segundos, solo, eufórico, y sospecho que a buscar la Revolución en algún sueño eterno.
Llegó el turno de una piba con corte de pelo neonazi, de color rosado brilloso, pantalones cargo de color militar y zapatillas de lona negra Converse... Fue la primera vez que tuve miedo en mi visita a la Escuela. Nunca había estado en presencia de un simpatizante tan confeso del Nacionalsocialismo. “A mí no me importa nada... soy rebelde y punk. No hay destino, no hay futuro... esto es una mierda.” Muy paradójicamente, su soliloquio me tranquilizó: no era nazi, era rebelde. Por las dudas no le dije nada, pero todavía me pregunto cómo se puede ser rebelde vistiendo de idéntica manera que el 75% de los jóvenes, en un cálculo estimativo. ¿Ser rebelde hoy no sería vestir de saco y corbata y escuchar la verdadera música de la revolución, o sea, Mozart? Para comenzar a responderme, llegué a casa y confirmé mi sospecha: según Google, Converse todavía no se pronunció “Slogan oficial” de la lucha contra la explotación laboral... pero también puede suceder que la web esté desactualizada.

(CONTINUARÁ...)


2 comentarios:

  1. A veces me saco el disfraz (pero muy pocos se dan cuenta... cuando me ven)

    Lo Felicito, espero con ansias la segunda parte.

    Un abrazo grande!

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  2. Sin dudas que se trata de un cuento polémico.
    Me voy a disfrazar también para comentar.

    Comentario intelectual: La ontología del disfraz es un tema recurrente. El ser que no es y su afán de ser algo que sólo puede ser a través de parecer. Parecer y ser se confunden. Bla Bla Bla…
    Comentario del que no leyó el post: Buenísimo Rami. Es tal cual. Seguí así. Besos.
    Comentario del que cree entenderlo pero no lo entendió: Lic: La vida es una gran caja de disfraces. Nos vamos poniendo el que más nos conviene. (¿?)
    Comentario del zurdo (que no es el mismo caso que el anterior –a veces -): Flaco me parece que te parás desde un lugar muy…(blablabla, hasta llegar a “Gobierno neoliberal”)
    Comentario Fotolog: Ramiis solo pasava. Linda la foto de Chaplin. Besiiitop!! ¨¨ :) ¡! ¨

    Bisa… brillante.

    Deschave a estos Bruno Díaz mediocres.
    Gracias por la gauchada.
    Abrazo enorme, como el Kremlin.

    Don Rodrigo

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