El Primer Deseo (o ¿Qué hacer conmigo una vez muerto?)

Los vecinos del Lic. R han confirmado lo que en los círculos intelectualoides de Santa Fe se conocía hasta ahora sólo como un rumor: la afición de nuestro pensador por la Muerte. Sí, la Muerte… la desarreglada, pata ‘e catre y de mandíbula salida pequinés sin dueño, que acompañaba por la tarde al Licenciado hasta el mercadito de Doña Palmira en busca del tabaco que calmaba su ansiedad cuando las ideas no aparecían en su cabeza… o sea, todos los días. Dicen que esta perrita era beneficiada con semillitas de girasol que el Lic. le compraba exclusivamente a ella con las monedas que le sobraban, en agradecimiento de su compañía. En otras palabras, la Muerte era una perra callejera desprejuiciada.
Entonces, nos pareció oportuno inaugurar la serie de textos del Licenciado R con este breve manual de instrucciones que el mismo nos ha legado a modo de testamento (tal vez anunciando su partida) y que describe minuciosamente cómo proceder con sus restos luego de su Muerte.
Lamentablemente, la repentina desaparición del susodicho nos ha dejado sin la oportunidad de satisfacer su último deseo. Sin embargo, esperamos jubilosamente algún sacrificado que se ofrezca para homenajear la voluntad de nuestro entrañable Maestro.
(N. del C.: en este escrito aparecen datos biográficos del Licenciado de dudosa veracidad. Tal vez por el afán del Lic. R a no develar su edad)

Para empezar, debo aclarar que tengo esperanzas que este procedimiento tenga que esperar mucho tiempo para ser llevado a cabo.
Es primordial para que mi descanso eterno sea en paz, no tener velatorio. En caso de desobediencia indebida, acá van algunas imposiciones: primero, no voy a tolerar verme en una de esas empresas que lucran con el sentimiento de la gente, es decir, verme en una sala de velatorios con un Cristo de neón sobre mi cuerpo, el cajón haciendo malabarismo arriba de dos fierros y con los presentes tomándome café en la cara sin convidarme. Segundo, que tan cursi y lacrimógeno ritual sea en mi casa, y yo sentado en una silla del comedor, cruzado de piernas, una mano en posición de saludo (para retribuir el saludo a quienes vayan a despedirme), una sonrisa en la boca y los ojos abiertos. El detalle de los ojos abiertos tiene su explicación en el hecho de que quiero ver quienes son los que vinieron a saludarme, mientras que la sonrisa es para recibir bien a los que esperaba asistan y para reírme de los falsos que no esperaba y que, seguramente, están sufriendo en tan incómoda situación. Con respecto a la vestimenta, lo único que exijo es tener puesta la remera de Unión (no hace falta explayarme sobre esto). Es fundamental tener el mate al lado mío: ¿quién no me va a aceptar un mate el día de mi velorio, siendo este el más obvio símbolo de amistad entre los argentinos? Pido disculpas anticipadas por mi descordialidad, pero, por razones obvias, deberán cebarse ustedes mismos el mate. Tercero, me niego terminantemente acostarme en un “traje de madera (Sabina dixit), porque debe ser incómodo. También quiero música (no sé cuales serán mis gustos musicales a la hora de mi de desaparición física, pero desde ya que no puede faltar el Disco de El Chavo del 8, algo de Sabina, el primer cassette de Loco Mía, el demo de Clericó con Cola -el que tiene los coros de Miguel “Conejito” Alejandro- y Alcides entre los intérpretes).
Desde el lugar donde perecí, si se prosiguió con mi voluntad de no tener velatorio, deseo ser trasladado directamente a cremar. Si tengo la mala suerte de morir a la noche, un fin de semana o un día feriado, que es cuando las salas de cremación están cerradas, les pido perdón por haberles arruinado sus momentos libres de la semana. Pero bueno, los bienaventurados que estén con mi cuerpo en ese momento sabrán donde tenerme hasta el momento de la cremación. Un consejo: manténganme a bajas temperaturas (una heladera, un freezer, etc.) para beneficio de ambas partes. Por lo que a mí me toca, para no pudrirme, en lo que respecta a ustedes, por los malos olores que saldrán de mí.
Una vez convertido en cenizas y pequeñas partículas de tejido óseo, estos son los lugares que elegí para seguir, en cierta forma, observando el paso de los días: el club Jorge Newbery de la ciudad de Gálvez, la cancha de Unión, Island VIP, la Facultad de Cs. de la Educación (en Paraná) y la ciudad de Lérida en España, que es donde viven mis familiares ibéricos. Una aclaración: cuando me lleven a España, explíquenles a los familiares quién soy porque sino no van a querer saber nada con tener un muerto en su casa.
Es necesario que sobren un poco de cenizas y ahora explico porqué. Todos los que hayan derramado una lágrima por mi muerte tendrán que comerse un poco de mis restos sin importar la vía (oral, sanguínea o anal). La explicación de esto es sencilla: quiero que mis seres más cercanos me lleven, literalmente, bien dentro suyo. Para los que se nieguen a tal acto les quiero decir dos cosas: si se han sentido conmovidos por la noticia de mi fallecimiento, no veo el inconveniente en hacerlo, y más sabiendo que es mi última voluntad mortal; y, si luego de haber leído esto siguen sin cumplir mi deseo, habré de colocarles una maldición sobre sus vidas, lo cual puede resultar nefasto para ustedes (ya se conocen mis virtudes “saladoras” infalibles): mala suerte para aquellos desobedientes durante el resto de sus vidas. Además no los voy a dejar tranquilos ni por las noches cuando duerman, ya que mi espíritu deambulará por sus hogares hasta que coman la debida cantidad de mis cenizas.
Por último, pero no por eso menos importante, NO ME OLVIDEN. Sin más, espero volver a verlos (a algunos, a otros no).

(Fotografía de la pequeña Muerte, siempre pequeña comparada a la grandeza de la vida)

5 comentarios:

  1. Al licenciado, donde sea que esté (ya no me acuerdo qué decían los rumores):
    Esto es horroroso. Además, muy pretensioso. ¿Tanto confía ud en sus seres queridos? Deben de quererlo mucho mucho, para satisfacer o hacer de cuenta que satisfacen sus deseos (está muerto, no se va a enterar)
    De cualquier manera, yo lo respeto. Y creo que no solo los "seres más cercanos" serán los que vayan a derramar una lágrima por su muerte, si se aclara la desaparición.
    Alguien me va a hacer llegar un poquitito de ceniza a mí? Pago el envío.
    Saludos.

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  2. Algún malintencionado podría llegar a decir que el Licenciado ni muerto deja de joder (usté vio como es la gente).

    Por lo visto se nota que "La Muerte le sienta bien", o mejor dicho... en la muerte se sienta bien, lo que nos demuestra la corrección del Licenciado aún en los momentos finales.

    De morirme, yo preferíria hacerlo en México... Calavereando.

    Juanca Lavera

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  3. "La Muerte era una perra callejera desprejuiciada".

    Desde esta monumental frase, el Lic nos prepara para indicarnos qué hacer con él una vez muerto.
    Pero antes que nada, si la muerte es lo antes dicho:
    ¿Qué es la vida?
    ¿Un gato casero prejuicioso?

    Por lo que vemos, el Lic dominó su vida como pocos. Pero le teme a la muerte.
    Es por eso que, ante la imposibilidad de poder controlarse una vez difunto, decide indicarnos qué hacer a manera de voluntad.
    "Fue la última voluntad del Lic", dirán sus allegados cuando traten de colocarle la casaca 9 de Arístides Rojas.
    El hecho de que tenga mate y no pueda cebarlo es extraordinario. Habla de su afán de compañerismo (pide disculpas por no poder cebarlo) pero a su vez muestra su egoísmo (ni muerto te ceba un mate).

    Lic, sus deseos serán órdenes.
    Si es que ya esas órdenes no están vencidas.
    Pero igual, esas indicaciones carecen de valor...

    "The Lic is not dead"

    Don Rodrigo

    P/D: Me anoto para llevar una pipeta con cenizas del Lic.

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  4. Srita Sarandón:
    El envío corre por cuenta de Ud. El Lic no podría pagarlo por estar muerto. Por otro lado, ¿quién le garantiza que el mismo no se vaya a enterar de lo que hacen sus allegados una vez él muerto? ¿No sabe que existe algo llamado Cristianismo que asegura que existe vida más allá de ella?
    Le Fer Net:
    Si hay algo que el Lic. sabe hacer es sentarse bien, aunque sabemos que cuando cruzaba las piernas, la izquierda se le dormía y debía tolerar ese cosquilleo insoportable cuando se va despertando.
    Don Rodrigo:
    El Lic. no sabía jugar al dominó, o más bien era un pésimo jugador.
    Sus hipótesis nos resultan por demás de interesantes. Serán preguntas que abran nuestras mesas de debate en torno a la problemática licenciada... Todavía no sabemos cuál es dicha problemática, pero no nos vencerá la desidia.
    Por último, él celebraba el onanismo del mate como un acto revolucionario contra las manifestaciones populistas.

    Los Compiladores

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  5. Si el Lic. pidió como última voluntad el que nos metamos un poquito de él en el orto, es una obligación moral hacerlo.

    Aunque yo prefiero la vía intravenosa, sinceramente.

    Sería bueno saber cómo murió (si es que murió) el Lic. Porque si murió de 18 tiros en la cabeza, se le podrían haber dejado en los agujeros de las balas papelitos enrollados con el pésame escrito, para asegurarse de que él también se lleve algo de nosotros.

    Gracias compiladores por no dejar que nos olvidemos del Lic.!!!

    Weinbaum.

    PD: ¿Los mates del Lic. son dulces o amargos? Para saber y no despreciar de entrada.

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