El clásico (balazo de goma)


Algunas reflexiones sobre los "incidentes" constantes en el fútbol... 

Mientras aún se está jugando el clásico de fútbol santafesino me siento a redactar esta página. Y usted, entonces, dirá: “O a este pibe el fútbol le importa un pito o es de Unión, porque sino no dejaría de ver el partido”.
Bueno, yo le respondo: ¿usted a eso le llama fútbol? El partido demorado por disturbios en una tribuna, balazos de goma y usted aún insiste en hablar de fútbol... en fin. Los jugadores (oportunistas como pocos a escala universal) del equipo que pierde pidiendo que el partido siga; y los del otro equipo ni mu, mientras, insisto, se están disparando balazos a personas amontonadas; y esta es una situación en la que la camiseta es absolutamente indiferente.
Ajá, fútbol… y sí, porque a pesar de todo eso el partido se reanudó con el argumento de “si se suspende puede llegar a ser peor”. Porque es fútbol. Y es pasión… y es para todos y todas. Y hay compromisos televisivos y pautas comerciales que respetar. Ah, ¿usted en serio creía que eso de los 15 minutos de entretiempo a rajatabla era por respeto a las leyes? Bueno, y sí; qué sé yo… también siguen hablando de fútbol mientras se vuelve a demorar el partido y ahora a los balazos se le suma agua y réferi empecinado en que el partido termine.
Y a qué no sabe qué. Sí, el partido terminó y un jugador del vencedor entrevistado, ante la retórica periodística confiesa estar muy contento (claro) porque es el mejor regalo para la gente… si fuera policía, el regalo para la gente sería un balazo, pero no, es jugador de fútbol.
Pero bueno, como para no generar la sensación de estar queriendo culpabilizar a una camiseta, es necesario decir que esto pasa cada 2x3 y que hasta en un momento se puso de moda esto de generar quilombo para suspender un partido que no querés terminar perdiendo. Traduzcamos: generar quilombo significa terminar poniéndole el pecho a balas de goma, manguerazos, romper instalaciones, agarrarse a trompadas. Del otro lado de la manguera podemos resumir el conjunto de prácticas en el siguiente vocablo: represión. 



Sin embargo, esto no es lo que más asco me da. No. Lo que más me tiene podrido es que todo lo anterior esté completamente naturalizado. Es normal, esperable. Se sabe que puede pasar y lo más probable es que pase… y pasa. Pero y entonces, me pregunto si soy muy ingenuo creyendo que en estas condiciones, a sabiendas de todo eso, no se puede jugar más al fútbol. Mucho menos aún, seguir hablando de un partido de fútbol como si nada.
El famoso “no pasó nada”, mientras no haya un muerto, ¿no? Dejé el Tv prendido mientras escribo esto y en el partido siguiente (que comenzó impuntual ya que el clásico se demoró por el quilombo ya mencionado… o por la represión, como usted prefiera) y los comentaristas de este partido mencionaron algunos “incidentes” en la tribuna visitante y nada más. Está completamente incorporado a nuestra cotidianeidad… O sea, lo “de siempre”: algunos piedrazos, llega la cana, revolea balazos y, como si nada, un oficial provocando a los hinchas arengándolos a hacerles frente (televisado). O sea, insisto: lo de siempre… y como siempre pasa, va a volver a pasar. Mañana Tognoli… ah, no, perdón… Tognoli no, pero algún alto cabecilla de la Policía Provincial va a confirmar que el operativo fue un éxito y el clásico la fiesta de la gente.
Esta columna no hubiese querido escribirla, y menos aún con tanta moralina. Pero me parece obligación decir que jugadores, dirigentes, funcionarios, periodistas, hinchas y terceros que aún después de esto sigan hablando de fútbol son cómplices de reproducir incidentes y represión… hay toda una lógica que ha sabido muy bien anclar en el individuo y que los hace cómplices de que mientras no le pase a alguno de mi camiseta o de la que -peor- me dé de comer, no pasa nada… y yo ya estoy podrido de esa lógica… y podrido de que efectivamente no pase nada cuando está pasando de todo.

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