Una Noche Sospechosa (Parte II)

Una vez en el café, y luego que nos trajeran lo pedido (yo pedí un cortado y en su lugar me trajeron una ensalada de repollo en un pocillo chico), el inventor del psicoanálisis comenzó la lectura:
- “Estimado amigo Charcot: Una vez más el azar se manifiesta como autor de mis descubrimientos. Una de mis pacientes, en su relato, introdujo lo acontecido en sus sueños. Me comentó que en él se encontraba en una plantación de cerezas, muy alegre y embriagada de esas pequeñas frutas. A ella de pequeña, sus padres le prohibían comer cerezas. Yo, a partir de esto, me pregunté si los sueños serían deseos reprimidos, y la única respuesta que encontré fue afirmativa. Ahora bien, también surgió dentro de mí, el interrogante de cuál es el mecanismo que produce estos cumplimientos de los deseos; y usted sabrá perdonarme, pero me atreví a inventar algunos conceptos que pueden dar explicación a esto. El ser humano está dotado de conciencia y todos sabemos cuáles son sus productos. Pero para producir sueños hay algo capaz de dominar a ésta, y es lo que yo llamé inconsciente; el cual durante un período en donde la conciencia se encuentra debilitada, como puede ser el sueño, produce.”

Terminó de leer, y aclaró que eran esas las partes de la misiva que debía conocer. Lo otro eran sólo asuntos de su vida que no estaba dispuesto a develar.
- ¿Qué opina de lo que he descubierto? ¿Está de acuerdo con lo que dije?

Freud preguntándome sobre la validez de sus conceptos. El sueño me estaba empezando a gustar, ya no quería despertar.
- Usted con estos descubrimientos va a hacer historia, se lo aseguro -dije irónicamente y creyendo que le gustaría oírlo-. Pero al margen del mecanismo de lo que descubrió, con lo que por otra parte estoy totalmente de acuerdo -mi tono se fue acomodando hasta quedar como el de un catedrático-, debe saber que también ha inventado una temporalidad nueva: la perteneciente a los sueños que no se corresponde con la temporalidad lineal evolutiva. Este nuevo tiempo no puede ser dividido en pasado, presente y futuro.
- ¿Temporalidad lineal evolutiva? -preguntó con incertidumbre tanto en las palabras como en el rostro.
-Claro, usted no sabe de mis descubrimientos –dije, enfatizando el posesivo.
Así es que le explique en lo que consistía el Evolucionismo y él gozaba de mis palabras, mis gestos y todo lo iba anotando. También le mencioné que esta teoría se convertiría en un instrumento de dominación europea sobre territorios y manos de obra no europeos.
Apenas terminé de decir esto, desde una mesa vecina se escuchó a un barbudo y robusto hombre gritando ofuscado:
- Dominación de los capitalistas europeos. Después me dicen que el Comunismo no es la solución. Una vida de estudios y militancia para nada.

Freud invitó a aquél a sentarse a la mesa y colarse en la charla que estaba manteniendo con un joven de teorías ‘revolucionarias’. El nuevo parecía un ermitaño: pelo largo y blanco, similar barba y un largo y negro sobretodo que no descubría nada más de su vestimenta.
- Los presento. Karl, un alemán tan gritón como todos los alemanes y…
Se hizo un silencio porque no sabía mi nombre, así que intervine.
- Ramiro. Mucho gusto -le dije dándole la mano.
- ¿Por qué no le explicás tu teoría a Ramiro y que él te diga qué le parece?

Marx comenzó disgustado a explicar sus postulados: el dominio de la tierra por parte de los obreros, su forma de ver la historia. Una historia hecha por los hombres, determinada por las luchas de clases y la falsa conciencia. A medida que avanzaba en su descripción, su voz se fue haciendo más amigable, suave (ahí me di cuenta que en verdad, la voz del padre del materialismo histórico era no tan suave como aguda). E introdujo el término producción que, según él, es social, histórica y mediada. Aquí es que hice mi primera intervención.
- Usted está analizando a un hombre de un tiempo determinado e insertándolo en toda la historia. Su pensamiento es evolucionista.
- ¿Evolucionista?
- Yo le explico -dijo entusiasmado Freud.
Terminó su explicación, Marx quedó satisfecho y yo me metí nuevamente en la charla.
- Sí, usted tiene razón. Pero yo las cosas las pienso desde el presente y no desde el pasado -me recriminó suavemente.
- Otra duda me surge. Usted cree en la historia como un progreso y yo considero que la historia es construcción permanente. Ese es un punto muy contradictorio dentro de su teoría, porque habla de una historia construida por los hombres, y a la vez plantea que llegará el día en que el Comunismo dominará al mundo de la mano de la clase obrera.
Su respuesta fue levantarse e irse. Freud lo siguió, pero antes me saludó con un fuerte apretón de manos y diciendo:
- Lamento tener que irme, es que mi tren sale en 20 minutos y es largo el trayecto hasta la estación. No olvide Ramiro que todo esto es un sueño, pero no por eso no es realidad.

Una vez más estaba solo. Encima no me atrevía a pedir nada al mozo, porque un té podía significar una nueva ensalada y a mí no me gustan las verduras. Pagué la cuenta, me paré para ir a esperar el colectivo, decidido a que mi sueño se convierta nuevamente en Paraná, con su Plaza de los Bomberos, y el Fluviales que me lleva a Santa Fe. Una vez en la calle descubrí que mi sueño no había cambiado, seguía en la misma esquina en la que del hielo antártico sale fuego. Angustiado me senté en el portal de una puerta. Me encontraba abatido por no poder despertar o no querer hacerlo (en esas circunstancias, poco importaba la diferencia).
De pronto, la calle comenzó a habitarse. Personas que parecían sacadas del Jardín de las Delicias, caminaban chocándose, y gritando de tal manera que todo resultaba inentendible. Al ver que podía quedar inmerso en esta locura, decidí escaparme, correr. Llegué a un lugar desolado, donde el viento soplaba fuerte, los árboles caminaban contrariando su fuerza, y los relojes del cielo comenzaron a sonar, avisando que una nueva hora comenzaba. Fueron unos pocos metros de furiosa demencia, que quedó atrás al doblar la esquina. Encontré un nuevo umbral donde descansar mis músculos. Apoyé la cabeza en mis rodillas, y escuché la voz de un hombre enardecido y enojado. A medida que se acercaba no sólo mi temor aumentaba, sino también la claridad de sus quejas.
- ¡Poder, valor, verdad, ficciones! No producimos verdad, producimos apariencias. No existe la verdad con mayúscula, existen las verdades. Cuando una de esas verdades se alza como verdad absoluta entra en juego el poder. Lo único que producimos son ficciones. No entienden que el día que produzcamos la verdad, dejamos de producir.
Su última frase, dejó a la clara de quién se trataba.
- ¡Dios ha muerto! ¡El fundamento ha muerto!
(Continuará...)

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