Tratado sobre la Culpa


En este breve Tratado, el Magnánimo nos devela una de las causas del comportamiento humano... Luego de repasar este ensayo, podemos descubrir, sus compliladores, porqué el Licenciado desapareció siendo pobre.

El otro día -como en muchos días- quise hacer una pequeña maldad inofensiva… y no me animé -como en esos muchos otros días-. No viene al caso saber qué maldad era, pero entonces me pregunté: ¿por qué no lo hice? Bueno, lo primero que podemos llegar a pensar es “porque está mal”, o “porque es inmoral”, o “porque eso no se hace”. Pero todo eso ya lo sabemos y además es retórico, o sea, no responde a la pregunta, sino que la reproduce.
Lo segundo que podemos intentar responder al respecto es: “porque si me ven o me descubren estoy frito”. He aquí pues que se me ocurrió plantear la siguiente situación para ver si era esta la verdadera razón inhibidora de maldades. Supongamos que baja Dios (primero deberíamos suponer que Dios existe para suponer que baja… y ahora que pienso, deberíamos suponer que vive algunos pisos más arriba que nosotros, pero demos esto por supuesto… hay pruebas evidentes, como las de la Biblia, que así lo atestiguan) y nos dice: “Yo te garantizo con absoluta certeza, hijo mío, que nadie se va a enterar nunca jamás ni en este mundo ni en el más allá que vas a cometer la maldad que tanto deseas cometer.” La pregunta, en definitiva, es: con este garante de por medio, ¿lo hacemos o no lo hacemos? Definitivamente, lo hacemos…
Toda esta situación me hizo concluir, entonces, que cuando no hacemos algo que deseamos, y que sabemos no sería correcto, lo que nos impide llevarlo a cabo no es ni la moral ni la ley; es, simplemente, el sentimiento de culpa… la culpa, siempre la culpa. Si fuera un acto moralmente malo, sería incondicional el no hacerlo y no quedaría pendiente de si alguien me ve o no me ve. Si fuera una cuestión de leyes, lo mismo: el respeto al pacto intersubjetivamente acordado debería ser motivo suficiente para que no cometa ninguna maldad. Pero evidentemente en la situación descrita este respeto desaparece apenas desaparece también el ojo panóptico. Nos queda, por lo tanto, despejado el camino para explicar porqué la culpa está siempre detrás de todas nuestras inhibiciones.

Algo esencial para nuestras conjeturas es que, en alemán, culpa se dice schuld, que además significa deuda. En su Genealogía de la Moral, Nietzsche dice que “el capital concepto «culpa» (Schuld) proviene del material concepto «tener deudas» (Schulden).” Así pues, sentir culpa es estar en deuda. Y aquí otra consideración: se puede estar en deuda con los demás, pero también con uno mismo. Cuando uno no hace algo que desea y que a lo sumo molestará un poquito a otros (o ni siquiera eso, porque no podemos saber cómo va a reaccionar el otro) lo deja de hacer para no sentirse en deuda con los otros; entonces, no le debe nada a nadie y puede vivir tranquilo… pero ¡minga, uno no vive tranquilo, todo lo contrario! Porque el no hacerlo es estar en deuda con uno mismo y ahí es cuando masculla bronca, habla solo, le agarra gastritis, entre otras desagradables cosas. Y pregunto, los que viven tranquilos y sin enfermarse, ¿quiénes son? Los otros, exacto… aquellos a los que le simplificamos las cosas, no los molestamos, les satisfacemos los caprichos y les correspondemos pagándoles “nuestras deudas” con, ni más ni menos, que nuestra salud mental y nuestro deseo reprimido. Y mientras tanto, nosotros seguimos postergando lo que queremos hacer, para… no quedar mal con los otros.
Mientras tanto, es muy interesante hacer una breve consideración sobre una de las consecuencias de sentir culpa. Cuando uno le debe algo a alguien, y no lo paga, sufre una pena; sí, un castigo por su falta. Es curioso mencionar que cuando uno hace algo que no quiere por otro, se fundamenta en la siguiente razón: “Es que mirá, pobre, me da pena.” Irrefutable muestra de cómo actúa la culpa en nuestro comportamiento. Sin embargo, lo terrible de todo esto es que al actuar de este modo, quien se infringe castigo, es decir la pena, es uno mismo. ¡Sí! ¡Encima somos masoquistas que creemos que al otro le va a importar que nos inmolemos por nada!
Igualmente, es necesario aclarar que no todos los seres humanos operan así. Ya lo dijo Nietzsche: hay deudores y acreedores. Para que exista un deudor, tiene que existir un acreedor, y viceversa. En otras palabras, para que existan personas que sientan culpa, se necesitan aquellos que no la sienten y que, además, son concientes de que otros sí la sienten y se aprovechan; porque no sólo son acreedores, sino también usureros prestamistas que te revientan con los intereses del préstamo. En otras palabras, te trabajan la culpa. ¿Quiénes, pues, son deudores? Simple: los más conocidos como ‘buenos tipos’ o ‘buenas tipas’. Exacto, los buenos; los mismos que no toleran deberle nada a nadie porque, supuestamente, está mal; aquellos que pagan al día sus deudas; los que cumplen religiosamente con sus deberes y que hacen ‘lo que tienen que hacer’, con el agravante de que todavía piensan o esperan que el otro se lo reconozca o agradezca… y el otro, en realidad, si es un acreedor a lo sumo te dará una palmadita en la espalda y al son de un “Bien pibe, no esperaba menos de vos”, se irá chocho de la vida porque alguien le hizo un favor… o sea, le ahorró trabajo. Y no duden que a la primera de cambio, luego de sus “agradecimientos”, nos haga él a nosotros, lo mismo que nosotros, por culpa, no quisimos hacerle.

Para comenzar a concluir este breve tratado sobre la culpa, debemos decir con certeza, y sin miedo a equivocarnos, que todo lo expuesto hasta aquí no hace más que afirmar, confirmar y dar cuenta de algo que nos insiste en nuestras cabezas desde hace ya largo tiempo… Señores, ¡Ser bueno, definitivamente, no es negocio! O, ahora que ya lo sabemos, ¡Sentir culpa no es negocio! Y no lo será hasta en tanto y en cuanto no sepamos que por hacer lo que sentimos y queremos, no le generamos ningún mal a nadie; todo lo contrario, nos hacemos un bien a nosotros mismos e inclusive a los demás que, ahora sí, van a tener que acumular riquezas con el sudor de su propia frente… como, por otro lado, siempre debió haber sido.

5 comentarios:

  1. Es así. Ahora que leo las palabras del Licenciado, me doy cuenta que tengo muchas deudas conmigo misma. Y hoy mismo me las voy a pagar!

    Compiladores: háganle llegar mis agradecimientos al Gran Iluminado.

    Srta. Luciana

    ResponderEliminar
  2. Srita. Luciana: esa es la actitud! Reclame lo que le corresponde, y hágase a sí misma un acto de justicia! Es el motivo de este tratado: equilibrar la justicia en el mundo.
    Y donde quiera que se encuentre, el Lic. está muy agradecido con su comentario y su, creemos, "exagerados" adjetivos calificativos.
    Los compiladores.-

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. ahora entiendo

    el oficial "Schuld" actuaba en nosotros de manera subliminal.

    así funcionan los aparatos ideológicos del Estado, Bisa. Cómo no quiere que tengamos culpa!

    "ella sin duda es chica latina... la del suave vaivén cuando camina"... con esa cara de pelotudo... y nosotros ni nos dábamos cuenta.

    me retiro, indignada.
    Bisa siempre impecable, revelador para mí.

    ResponderEliminar
  5. Soy una buena tipa...definitivamente.
    Un mensaje para el Lic. como prueba de la semilla que siembra su enseñanza: compré un regalo (lbiro) para una amiga, con perfil de acreedora claro, que cumplió años. Hoy no tengo ganas de ir. Y la culpa me carcome...me carcome. MI maldad? me quiero quedar con el libro, romper con gusto el envoltorio y sentarme a leer mientras tomo mate.
    El acreedor que espere...estoy en pleno proceso de ponerme al día con mi ego arruinado.
    Digale al Lic. que hace mucho no lo leía, pero esto es de lo mejorcito de su cosecha. Lo leía como si leyera al mismisimo Nietzsche...

    ResponderEliminar