Comenzamos con la publicación de la obra más emblemática y autobiográfica del Licenciado. Su Descargo del Género Masculino que, paradójicamente, ha sido más aceptado en el Género Femenino... aunque siempre de palabra, porque en los actos, nunca le dieron la razón a nuestro sufrido Maestro.
Aquí el Primer Capítulo de los cuatro que, hasta ahora, componen esta necesaria catarsis...
Capítulo I: "La Paciencia Rota"
Cuando uno ve a una mujer llorando no puede dejar de conmoverse y decir “pobre, seguro que algún desgraciado le dejó el corazón roto”; ¿o no pasa eso? El desgraciado la abandonó, el desgraciado se fue con otra, el desgraciado, el desgraciado...
No vengo a poner en duda que la mujer puede ser víctima directa de un desencuentro amoroso, no. Pero lo que sí vengo a hacer, además de a hablar por todos los hombres, es a hacer público el descargo NECESARIO del género masculino. Porque la historia termina con el corazón roto de la joven desdichada, pero si termina es porque tiene un principio: la paciencia rota del hombre.
Adorables, tiernas y bellas criaturas, les pregunto; ¿qué significa la palabra sí? ¿Significa no?; y la palabra no; ¿significa sí? Porque pareciera que ustedes no hay regla semántica que entiendan, o mejor dicho, no hay regla semántica que resista a sus cabecitas. No, significa no y sí, significa sí. ¡Listo! Si preguntan estoy linda doscientas veces en una hora y uno les responde las correspondientes doscientas veces que sí, quiere decir que están lindas y no que “ay dejá de mentir mirá los rollos que se me ven debajo de la remera”. Les planteo lo siguiente: sábado a la noche, uno está cansado por el trajín de la semana, el fútbol con los amigos y quiere pasar una noche amena, romántica con la mujer que ama. Pasa a buscarla a la hora arreglada y ¡Oh! Sorpresa. “Pasá, ya termino”, dice ella con la toca en la cabeza y en chancletas. “Prendé la tele, ya bajo”. Bueno, como uno sabe que después la va a pasar bien, se la aguanta. Encima los sábados no hay nada bueno por televisión a menos que pegues justo Rocky 3 o alguna de Chuk Norris. A los 45 minutos baja ella y te deslumbra de tanta belleza, te hace sentir un croto y que la espera valió la pena. Todos van a mirar asombrados a tu mujer por tanta hermosura expuesta. “Mi amor, estás preciosa”, dice uno a lo que inmediatamente sigue un “¿te parece? No me gusta como me queda esto, me lo voy a cambiar”. Otros 45 minutos más y te perdiste el final de la película.
Pero no es sólo esto lo que hace cada vez más chiquita la paciencia del hombre. Nosotros, se sabe, somos seres simples, sencillos que nunca buceamos en el detrás de las palabras. Y nos conformamos con poco; por ejemplo, nos alcanza con que ella nos recuerde cada tanto que nos quiere, y el sólo hecho de que esté a nuestro lado es prueba irrefutable del amor que nos une. Además, si está con nosotros es porque piensa que somos lindos, buenos, cariñosos, dulces, inteligentes y demás. Bueno, y otra vez las reglas del universo chocan contra el universo paralelo en el que viven ustedes. Si estamos con ustedes, salimos a pasear abrazados no es porque creemos que son un pequinés, sino porque nos gustan, las queremos y estamos orgullosos de la persona que son. ¿O ustedes no piensan así también de nosotros? ¿Por qué, entonces, nosotros debemos pensar distinto?
Apréndalo, para ellas nada es suficiente. “¿Creerá que soy linda? Debe pensar que soy una boba”. A ver, los hombres no somos masoquistas, saben. Y además son ustedes las que dicen que somos superficiales y que nos gusta estar con mujeres lindas. Entonces, porqué esa paranoia innecesaria y un “qué hiciste ahora” cada vez que les declaramos nuestro amor. Si les decimos te amo, algo habremos hecho, si no se los decimos no somos demostrativos. Y peor todavía, si las llenamos de besos, caricias, regalos y nos encanta pasar todo el día con ustedes nos dejan porque “estaba todo el día encima mío”. ¿Se podrán poner de acuerdo alguna vez? ¡Gracias!
Mujeres, si son más inteligentes que nosotros, cosa que ya está comprobada y que no discuto, es hora que lo demuestren. No se compliquen la vida inútilmente, disfrútenla, aprovechen, si es que lo vale, al hombre que tienen al lado, porque estoy hasta la coronilla de escuchar sus quejas sobre que ya no quedan hombres. ¡Quedan hombres, lo que no quedan son hombres con tanta paciencia! Además, obviamente, que para ustedes no hay hombre que las llene, que las complete, ya lo dije: si no les dan cariños porque no les dan cariños, si las llenamos de beso, porque somos unos melosos. Bueno, a la vista están las consecuencias. Los hombres no podemos, quizá por incapacidad intelectual, andar adivinando qué nuevas leyes van inventando a cada paso que dan.
¡Ah! y otra cosa, el año tiene 365 días, no sé cuantos minutos y menos sé cuantos segundos. Los partidos de fútbol duran nada más que 90 minutos y una vez a la semana: ¡Justo cuando van a patear el penal es que quieren un beso!
Aquí el Primer Capítulo de los cuatro que, hasta ahora, componen esta necesaria catarsis...
Capítulo I: "La Paciencia Rota"
Cuando uno ve a una mujer llorando no puede dejar de conmoverse y decir “pobre, seguro que algún desgraciado le dejó el corazón roto”; ¿o no pasa eso? El desgraciado la abandonó, el desgraciado se fue con otra, el desgraciado, el desgraciado...
No vengo a poner en duda que la mujer puede ser víctima directa de un desencuentro amoroso, no. Pero lo que sí vengo a hacer, además de a hablar por todos los hombres, es a hacer público el descargo NECESARIO del género masculino. Porque la historia termina con el corazón roto de la joven desdichada, pero si termina es porque tiene un principio: la paciencia rota del hombre.
Adorables, tiernas y bellas criaturas, les pregunto; ¿qué significa la palabra sí? ¿Significa no?; y la palabra no; ¿significa sí? Porque pareciera que ustedes no hay regla semántica que entiendan, o mejor dicho, no hay regla semántica que resista a sus cabecitas. No, significa no y sí, significa sí. ¡Listo! Si preguntan estoy linda doscientas veces en una hora y uno les responde las correspondientes doscientas veces que sí, quiere decir que están lindas y no que “ay dejá de mentir mirá los rollos que se me ven debajo de la remera”. Les planteo lo siguiente: sábado a la noche, uno está cansado por el trajín de la semana, el fútbol con los amigos y quiere pasar una noche amena, romántica con la mujer que ama. Pasa a buscarla a la hora arreglada y ¡Oh! Sorpresa. “Pasá, ya termino”, dice ella con la toca en la cabeza y en chancletas. “Prendé la tele, ya bajo”. Bueno, como uno sabe que después la va a pasar bien, se la aguanta. Encima los sábados no hay nada bueno por televisión a menos que pegues justo Rocky 3 o alguna de Chuk Norris. A los 45 minutos baja ella y te deslumbra de tanta belleza, te hace sentir un croto y que la espera valió la pena. Todos van a mirar asombrados a tu mujer por tanta hermosura expuesta. “Mi amor, estás preciosa”, dice uno a lo que inmediatamente sigue un “¿te parece? No me gusta como me queda esto, me lo voy a cambiar”. Otros 45 minutos más y te perdiste el final de la película.
Pero no es sólo esto lo que hace cada vez más chiquita la paciencia del hombre. Nosotros, se sabe, somos seres simples, sencillos que nunca buceamos en el detrás de las palabras. Y nos conformamos con poco; por ejemplo, nos alcanza con que ella nos recuerde cada tanto que nos quiere, y el sólo hecho de que esté a nuestro lado es prueba irrefutable del amor que nos une. Además, si está con nosotros es porque piensa que somos lindos, buenos, cariñosos, dulces, inteligentes y demás. Bueno, y otra vez las reglas del universo chocan contra el universo paralelo en el que viven ustedes. Si estamos con ustedes, salimos a pasear abrazados no es porque creemos que son un pequinés, sino porque nos gustan, las queremos y estamos orgullosos de la persona que son. ¿O ustedes no piensan así también de nosotros? ¿Por qué, entonces, nosotros debemos pensar distinto?
Apréndalo, para ellas nada es suficiente. “¿Creerá que soy linda? Debe pensar que soy una boba”. A ver, los hombres no somos masoquistas, saben. Y además son ustedes las que dicen que somos superficiales y que nos gusta estar con mujeres lindas. Entonces, porqué esa paranoia innecesaria y un “qué hiciste ahora” cada vez que les declaramos nuestro amor. Si les decimos te amo, algo habremos hecho, si no se los decimos no somos demostrativos. Y peor todavía, si las llenamos de besos, caricias, regalos y nos encanta pasar todo el día con ustedes nos dejan porque “estaba todo el día encima mío”. ¿Se podrán poner de acuerdo alguna vez? ¡Gracias!
Mujeres, si son más inteligentes que nosotros, cosa que ya está comprobada y que no discuto, es hora que lo demuestren. No se compliquen la vida inútilmente, disfrútenla, aprovechen, si es que lo vale, al hombre que tienen al lado, porque estoy hasta la coronilla de escuchar sus quejas sobre que ya no quedan hombres. ¡Quedan hombres, lo que no quedan son hombres con tanta paciencia! Además, obviamente, que para ustedes no hay hombre que las llene, que las complete, ya lo dije: si no les dan cariños porque no les dan cariños, si las llenamos de beso, porque somos unos melosos. Bueno, a la vista están las consecuencias. Los hombres no podemos, quizá por incapacidad intelectual, andar adivinando qué nuevas leyes van inventando a cada paso que dan.
¡Ah! y otra cosa, el año tiene 365 días, no sé cuantos minutos y menos sé cuantos segundos. Los partidos de fútbol duran nada más que 90 minutos y una vez a la semana: ¡Justo cuando van a patear el penal es que quieren un beso!
APLAUDO CON EL ALMA ESTE DESCARGO. POR FIN ALGUIEN HA PODIDO VOLCAR EN UN TEXTO COHERENTE TODA LA RABIA DE ESOS MOMENTOS DONDE SE NOS ACABA LA PACIENCIA
ResponderEliminarLa paciencia de la araña.
ResponderEliminarESte es un rasgo de la histeria femenina.
Todo se reduce a eso:
Las minas son histéricas.Por eso un sí, espara ellas un no. Porque lo aplican a la inversa. Y la paciencia se termina.
Encima, actualmente, las caraduras hablan de lo histéricos que somos los hombres: Mis nenas (diría Sandro): estamos poniendo el mundo en equilibrio. Es un acto de justicia.
Un abrazo Lic, y gracias por el descargo. Lo necesitaba.